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¡VIVA SAN ANTONIO! Tema escrito por Guilver Salazar

El 13 de junio, la feligresía católica celebra el día de San Antonio de Padua.  Este personaje era originario de Portugal y fue canonizado en el año 1,232.  Falleció en la ciudad italiana de Padua, razón por la cual después de su muerte, el nombre de la ciudad empezó a figurar como parte del nombre de este santo varón. Alrededor de este santo se han dicho muchas cosas que son más bien  inventos populares, que virtudes de San Antonio.  Por ejemplo, algunos colocan la estampa de San Antonio, boca abajo, tapada con una tela roja, y lo destapan y dan vuelta hasta que les conceda la petición solicitada.  Asimismo, en los medios de comunicación social se difundió un tema musical del cantante Sergio Denis, que decía: “Pídele a San Antonio que te mande un novio”.  Yo no sé cuantas chicas lo han recibido, con solo pedírselo a San Antonio, pero estos son dos ejemplos de la devoción popular para este hombre de fe, que León XIII llamó: “El santo de todo el mundo”. Acá en Esquipulas, desde hace muchos años ha existido la devoción a San Antonio.  Yo recuerdo que, en mi niñez, habían tres personas de mi cadra que le rezaban su novena: doña Chentía Veliz, doña Tanchito de Vélez y doña Mira de Acevedo.  Y a todas llegaba gente a acompañar. Recuerdo que cada una de estas personas colocaba a San Antonio en un altar lleno de fragantes flores, iluminados con veladoras o lámparas de gas, sin faltar el incienso que complementaba el ambiente de santificación y devoción. Sobre el piso, se echaba pino cuyo aroma es sinónimo de fiesta. Siempre había una persona encargaba de dirigir la novena, y a la cual todos llamaban “la rezadora”.La novena empezaba con una oración que decía: ¡Amadísimo protector mío, San Antonio!  Heme aquí a tus pies, plenamente confiado en tu poderosa intercesión.  Mírame con aquel espíritu de dulce compasión con que mirabas a los pobres… Los niños que acompañábamos a los rezos, generalmente nos sentábamos sobre el piso, y para no dormirnos, empezábamos a tejer una especie de gusano de pino, que nos mantenía entretenidos, hasta que llegaba la hora de la refacción, que era lo que la mayoría de pequeños esperábamos ansiosos.  En estos rezos, la anfitriona preparaba ponches de leche adornados con canela, los que hacía acompañar de barquillos.  También solían dar tamales con pirujo y una taza de chocolate.  Y al final de la novena, a cada asistente le daban los famosos “Panitos de San Antonio”, los que previamente habían sido bendecidos en la misa especial, de seis de la mañana, que se oficiaba en la Basílica. Recuerdo también un par de anécdotas sucedidas durante estos rezos.  Resulta que en una ocasión, una tarde en que rezábamos donde doña Chentía, se acercó un señor que se balanceaba debido al alcohol consumido.  Este señor era conocido con el sobrenombre de “Achiote”, y vivió en unas champas que estaban ubicadas en donde hoy se encuentra la Imprenta Esquipulas.  Pues bien, Achiote se sentó en la acera, muy cerca de la salita en donde se llevaba a cabo el rezo, y en el momento en que la gente cantaba: ¡Viva San Antonio, con gran alegría!, él gritó: ¡Que viva mi coronel Peralta Azurdia!, haciendo alusión al Presidente de Guatemala que gobernaba en aquel entonces.  Nosotros nos reímos, pero guardamos la compostura tras la mirada penetrante de nuestros padres.  Y cada vez que la gente cantaba, Achiote volvía a gritar su consigna. En otra ocasión, el mayordomo de pólvora, encargado de lanzar al aire los cohetes de vara, que le daban a la novena un toque festivo, sintió deseos de orinar, por lo que le pidió a un bolito que le detuviera los cohetes y el leño encendido con el que daba fuego a los mismos.  El mayordomo se encaminó al fondo del puente Grande, y cuando aún no había terminado de hacer su necesidad, escuchó la detonación de dos cohetes, que a juzgar por el sonido, no había subido lo suficiente.  El mayordomo, presuroso, salió de aquel oscuro lugar y corrió hasta donde se encontraba el bolito con los cohetes, encontrando que la gente estaba un tanto alarmada debido a que el bolito había lanzado los dos cohetes, de los cuales uno fue a dar a la bombilla del poste público que estaba frente a Farmacia Paiz, y el otro impactó en la fachada de tejas de una casa cercana.  Esa noche, el bolito se comprometió a reparar los daños, lo que efectivamente hizo el siguiente día, muy temprano. Así eran de alegres los rezos de San Antonio, especialmente en aquellos ya lejanos años, cuando nuestro pueblo era pequeño, unido y con una devoción y entrega, que se ponía de manifiesto no solo en las celebraciones de este santo, sino en todas las actividades que formaban parte de sus festejos, costumbres y tradiciones.

 

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