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LUGARES MISTERIOSOS tema escrito por Guilver Salazar

Guatemala es un país rico en leyendas y lugares misteriosos. Seguramente alguna vez nuestros abuelos nos contaron alguna de esas historias que nos hicieron erizar la piel y que no nos dejaron conciliar el sueño durante varias noches.

Para conocer los lugares misteriosos y sus leyendas no es necesario viajar a los rincones más alejados de Guatemala; acá en nuestra querida Esquipulas los podemos encontrar.

En esta ocasión, le invito a que viajemos imaginariamente a un lugar que seguramente usted conoce; a lo mejor pasó muchas veces por allí, o de repente tuvo una o más experiencias de esas que nos ponen “los pelos de punta”. Vamos, pues, a hablar de: La vuelta del diablo.

En lo personal, he escuchado este nombre desde que tengo “uso de razón”. Por cierto, lo mismo me dijeron las personas más antiguas con quienes platiqué sobre la famosa vuelta, ubicada a poca distancia de la frontera entre Guatemala y Honduras, conocida como Agua Caliente.

Según cuentan los vecinos de este lugar, el nombre de “Vuelta del diablo” fue dado por los antiguos habitantes de este territorio, quienes aseguraban haber vivido sucesos extraños, e incluso, haber visto en persona al mismísimo “cachudo”.

Y es que las fuerzas del mal y los espíritus inmundos, existen, pues las Sagradas Escrituras hacen mención de ellos, al apoderarse del cuerpo de las personas; y al parecer, toman lugares específicos, como demarcando un territorio.

Uno de los vecinos de Agua Caliente, don Efraín, me comentaba que en una ocasión, salió de la frontera como a eso de las tres de la mañana rumbo a Esquipulas. Iba montado en su caballo, en aquella época en que aún no existía la carretera asfaltada que todos conocemos. Al poco caminar, llegó al punto en mención, que por cierto en aquellos años estaba lleno de elevados pinos incrustados en un terreno escabroso y rodeado de enormes lajas. De pronto, el animal en el que iba montado se detuvo bruscamente, negándose a continuar el camino. Don Efraín sintió el escalofrío característico de la presencia de algo extraño, por lo que, un tanto temeroso se bajo del caballo, llevándose la sorpresa de que el lazo que él acababa de soltar al bajarse, estaba enredado en la maleza, y que por más tirones que le dio el caballo, no hubo fuerza capaz de desenredarlo, por lo que optó por sacar el corvo para cortarlo. Con mucha dificultad logró salir de aquel lugar, pues la bestia se mostraba inquieta, y amenazaba con lanzarlo por los aires.

En otra ocasión, don Efraín pasó por el lugar como a eso de las cinco de la mañana, rumbo a una arada en donde tenía sembrada su milpa, cuando vio que a varios metros de distancia, de lo alto de uno de los paredones aledaños, cayó un costal lleno de huesos. Evidentemente alterado, pero sacando fuerzas de donde no tenía, se acercó al lugar, pudiendo comprobar, para sorpresa suya, que no había absolutamente nada.

Por su parte, un señor de nombre Adrián, cuenta que en una ocasión, allá por el año de 1974, cuando recién habían asfaltado la carretera y construido el edificio de la aduana de Agua Caliente, salió como a las seis de la mañana en bicicleta rumbo a Atulapa. Cuando pasaba por la vuelta del diablo, lo alcanzó un niño de unos siete años de edad, de pies descalzos, quien vestía playera blanca y calzoneta negra. El infante corría a la par de él. Don Adrián, queriendo competir con el muchachito, comenzó a pedalear más fuerte, pero a pesar de la velocidad que traía, el pequeño siempre se mantenía a su lado, situación que empezó a incomodarle y a ponerlo nervioso, por lo que decidió detenerse. Por la velocidad que traía, logró parar como a unos cincuenta metros adelante de la aquella misteriosa curva. Pero lo inexplicable vino después, ya que al volver la mirada hacia diferentes puntos, comprobó que el niño había desaparecido. Don Adrián, ni lerdo ni perezoso, volvió a subirse a la bicicleta, y mientras se persignaba salió a todo pedal, abandonando “en un santiamén” aquel enigmático lugar.

Finalmente, un grupo de señoras me comentaba que en una oportunidad, salieron como a eso de las cuatro de la mañana de la frontera hacia Esquipulas, con la finalidad de disfrutar de la feria de enero, cuando a la altura de la vuelta del diablo, los hachones de ocote que traían para alumbrar el camino se apagaron al mismo tiempo. Con cierto temor los volvieron a encender, pero un aire misterioso los apagó de nuevo. Varias veces intentaron encenderlos, sin tener éxito. Ante tal situación, no les quedó más remedio que apresurar el paso, y entre rezos y tropiezos lograron salir del aquel extraño lugar.

A lo anterior, hay que agregar la muerte de varias personas, no solo cuando construían la carretera sino, a causa de raros accidentes automovilísticos ocurridos en la famosa vuelta.

Lo cierto es que este es uno de esos lugares misteriosos de nuestra tierra. La razón por la cual ocurren estas insólitas manifestaciones, lo ignoro. Pero que en este lugar espantan: ni dudarlo. Y si no lo cree, pues ármese de valor, y una noche cualquiera, anímese a pasar solitario por la lóbrega y mística: vuelta del diablo.

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