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La maldición de la anciana. Tema escrito por Guilver Salazar

ANÉCDOTAS Y REFLEXIONES DE FIN DE SEMANA

La maldición de la anciana. Tema escrito por Guilver Salazar 

haptbl-bgCuando estudiaba para maestro en el Instituto Nacional para Varones de Oriente, de Chiquimula, tuve muchos amigos y entre ellos, uno a quien todos llamábamos Tavo.  Él era un muchacho alegre, bromista, noble y muy caritativo. Recuerdo que en una ocasión, cuando caminábamos por la carretera en busca de “jalón”, pues la camioneta que diariamente abordábamos se había descompuesto, encontramos a un campesino que llevaba un costal lleno de pacayas.  Tavo se acercó a él y le preguntó por el precio de cada pacaya.  El campesino le mencionó el precio de su producto, y luego nuestro amigo le preguntó: ̶  Y si te compro todas la pacayas, ¿en cuánto me las das?  El vendedor le puso nuevamente precio, y después de ponerse de acuerdo, Tavo se metió la mano a la bolsa y sacando dinero, le compró al campesino hasta el costal.  Después de esto, se lo echó al hombre para luego seguir caminando.  Al poco rato, un vehículo se detuvo para ofrecernos “jalón”, logrando de esa manera llegar temprano a nuestro destino.  Y sucedió que, después de bajarnos del vehículo, nuestro amigo tomó la calle principal y, tocando de puerta en puerta, empezó a regalar a los vecinos las pacayas que le había comprado al campesino, hasta quedarse con el costal vacío.  Así era Tavo, un tipo con un corazón enorme.

Sin embargo, una tarde cuando el grupo de estudiantes veníamos en la misma camioneta, una señora de avanzada edad abordó dicho vehículo, colocando a la par de donde se sentó, un canasto con una buena cantidad de nances, que no había logrado vender aquel día en el mercado.  Nuestro amigo, quien iba sentado justo atrás de la anciana, empezó a meter la mano en el canasto de nances, y a extraer “puñadas” de dicha fruta, la cual compartía con los que veníamos cerca de él.  La anciana, adormitada por el intenso calor, no se daba cuenta de lo que Tavo estaba haciendo.  Sin embargo, en un momento inesperado, y justo cuando estábamos por arribar al municipio de Quezaltepeque, lugar de origen de aquella señora, la vendedora sorprendió a Tavo, en el preciso instante en que volvía a meter la mano al canasto de nances.  Ella, le hizo una mirada fulminante, y le dijo:

 ̶  “Mañoso…, ¿me estás robando los nances, verdá?  Tavo, sonriéndole dulcemente le respondió: ̶  No, abuelita.  Los nances que ya nos comimos se los voy a pagar.  Y nos solo eso, yo quiero comprarle todos los nances; con todo y canasto.  Solo dígame cuánto vale, y yo se lo voy a pagar.

La anciana, sin responder a nuestro amigo, tomó el canasto, y poniéndoselo sobre la cabeza, se encaminó a la salida del bus.  Y cuando estaba a punto de descender, volvió la mirada hacia donde estaba nuestro amigo Tavo, al tiempo que le advirtió:  ̶  Te vas a acordar de mí…, ¡un sapo te voy a meter en la panza!

 

Nuestro amigo, sin darle importancia a las palabras de la anciana, se levantó del asiento para tratar de persuadir a la vendedora que le dejara el canasto de nances y que él se lo pagaría al precio que ella dijera, pero la señora bajó presurosa y se perdió entre la gente que circulaba por la calle principal de aquella hermosa Villa.

 

Los días fueron pasando, y a las dos semanas de haber sucedido aquel incidente, nuestro amigo comenzó a quejarse de un intenso dolor de estómago, que poco a poco le fue minando.  De inmediato, su familia empezó a visitar a diferentes médicos, y posteriormente, internaron a nuestro amigo en un prestigioso hospital de la ciudad capital de Guatemala. Sin embargo, días después,Tavo sucumbió ante aquella enfermedad, que los médicos diagnosticaron como cáncer.

 

Un año después, platicando sobre este tema con algunos compañeros de aquel mismo grupo de estudiantes, alguien mencionó la advertencia que la vendedora de nances le lanzó a nuestro amigo, antes de descender de la camioneta.  Todos guardamos silencio, pues la duda nos invadió.  Sin embargo, nadie se atrevió a contradecir el dictamen de los médicos, aunque todos nos preguntábamos: ¿sería posible que la anciana tuvo algo que ver en la muerte de nuestro amigo?

 

Lo cierto es que en este mundo siempre han existido dos fuerzas que se disputan la supremacía: el bien y el mal.  Y muchas veces, por muy buenas que sean las personas, no están exentas de caer en las garras de las fuerzas oscuras.  Por ello es bueno siempre llevar en nuestro corazón a Dios, y en nuestros labios una oración que nos proteja y bendiga.  Y por supuesto, tener en cuenta que no debemos hacer cosas buenas que parezcan malas, pues uno nunca sabe a quién se puede enfrentar.

 

 

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