HistoriaPersonajes

La feria de enero. Tema escrito por Guilver Salzar

ANÉCDOTAS Y REFLEXIONES DE FIN DE SEMANA

La feria de enero. Tema escrito por Guilver Salzar 

45553_199116293566741_752487184_nA principios del año se empieza a ver, en Esquipulas, especialmente en el campo de la feria y la doble vía, los afanes del síndico primero de la municipalidad, y de los comerciantes que solicitan un espacio para colocar sus ventas en la famosa feria de enero.  En los días siguientes, aquel grupo de vendedores, con martillo en mano, clavan las tablas que van dando forma a las improvisadas champas, en donde los turistas y los esquipultecos pasarán, una y otra vez, observando las novedades que los comerciantes ofrecen, y que seguramente adquirirán después de regatear su precio.

De igual forma, en el campo de la feria se instalan las no menos famosas ruedas de Chicago, que con sus luces de colores y alocados movimientos, no solo despiertan la atracción de quienes acuden a dicho sector, sino provocan las risas y los gritos de quienes se atreven a subirse en ellas.

En las orillas de dicho campo, los comedores y las loterías, complementan aquel lugar de diversión, que en la semana comprendida entre el 9 y el 15 de enero, es visitado por miles de personas, al punto en que muchas veces, es casi imposible caminar sin recibir un “empujón” o un “machucón”.

Pues bien, en mis años de niñez y juventud, solía ir a dar vueltas a la feria, y aunque casi nunca compraba nada, pues en esa época el dinero lo manejaban los adultos, me divertía observando todo lo descrito anteriormente.  Pero uno de los negocios que más me llamaba la atención era la lotería.  En especial me encantaba la Lotería Los Loritos.  En ella, el dueño, que en esa época era un señor de unos cincuenta años de edad, aproximadamente, se encargaba de cantar las figuritas que iba sacando de la tómbola de metal, la que hacía girar con precisión.

Recuerdo que el dueño de dicha lotería, solía decir expresiones como la siguiente: ̶  Señora yo tengo sed, regáleme un poquitito, del agua que su merced, lleva en el cantarito.  El cántaro…, póngale su maicito.  Y…, corre y va de nuevo.

Soy honesto en reconocer, que cuando iba a la feria, no regresaba a casa sin antes haber estado unos diez o quince minutos escuchando a aquel simpático señor, que además de cantar la lotería, también ofrecía su famoso ponche de frutas.  Respecto de este ponche, que todas las noches se ofrecía a quienes jugaban la lotería o a quienes pasaban frente a ella, me llamaba la atención, que al anunciarlo, aseguraba que estaba preparado con once mil frutas.  Sin embargo, una noche, por razones reales que yo desconozco, el anunciante afirmó que no había ponche.  Esto era muy raro para quienes estábamos acostumbrados a escuchar que, a la par del anuncio de las figuritas de la lotería, se mencionaba aquella bebida caliente, que seguramente caía muy bien a quienes la saboreaban, especialmente en aquella época en que el mes de enero era muy frío.  Pues bien, todos nos quedamos esperando una justificación por la ausencia del ponche.  Y para sorpresa de todos, el señor anunció lo siguiente: ̶  Con mucha pena, les comunico a todos nuestros clientes y amigos, que esta noche no habrá ponche de frutas.  Y la razón es, porque solo encontramos diez mil, novecientas noventa y nueve frutas, y nos hizo falta una, pues ustedes saben que nuestro ponche lo hacemos con once mil frutas.

Aquella justificación causó gracia entre los presentes, mientras que el dueño de la lotería, aprovechando las sonrisas del público, continuó con alegría cantando las figuritas que salían de la tómbola: ̶  El amigo del cantinero, el que se siente muy macho, el que toma hasta sin dinero, ese es el mero borracho.

Realmente, las ferias de nuestros pueblos son parte de la tradición y el folclor de los mismos; es una ocasión para compartir, divertirse y comercializar.  Sin embargo, es necesario tener presente que no todos van a la feria con estas mismas intenciones, por lo que nunca está demás tomar medidas de precaución, especialmente con los niños, pues los tiempos actuales en nada se parecen a los que nosotros vivimos, ya que en aquellos se podía visitar la feria sin la presencia de los adultos, pues todo se desarrollaba en un marco de respeto, alegría y paz.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *