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Amores por la espalda. Tema escrito por Guilver Salazar

ANÉCDOTAS Y REFLEXIONES DE FIN DE SEMANA

Amores por la espalda. Tema escrito por Guilver Salazar

campesino-con-celularEn el mes de marzo de 1969, fui por primera vez a la feria de Olopa, en compañía de don José Luna, un vecino que tenía una venta de calzado plástico, pegado a donde hoy funciona la Imprenta Maya.  El motivo era que había sido contratado por él, como dependiente de su negocio, y era parte de mi trabajo acompañarlo a las ferias en las que él asistía, pues lógicamente, la venta constante del calzado aseguraba mi salario.

Recuerdo que por aquellos años, Olopa era un municipio en donde imperaba el frío, que helaba los huesos y hacía tiritara hasta la boca.  Sin embargo, la aglomeración de gente producía cierto calorcito, que hacía olvidar las inclemencias del tiempo.

Recuerdo también, que había algo que no me agradaba de este trabajo, y es que los clientes del calzado plástico eran casi solo campesinos que habían recorrido largas distancias para llegar a la cabecera municipal, y cuando se quitaban el calzado para medirse las botas de hule que comercializábamos, sus pies sudados producían un “olorcito” capaz de marear a cualquiera.  Hasta hoy no sé, si fue por eso que me habían contratado, porque habilidad de vendedor, no tenía.

Pues bien, un día domingo, después de que  la mayoría de la gente había salido de la misa, fui testigo de un acontecimiento que quedó grabado para siempre en mi memoria.  Resulta que, en alguna comunidad rural de dicho municipio, los jóvenes enamorados acostumbran a realizar un extraño ritual, con la finalidad de formalizar su noviazgo.  Ambos jóvenes, después de salir de misa, se reúnen en la plaza, y allí se declaran su amor.  Pero lo hacen de una forma muy particular,  la cual pude presenciar, al ubicarme en un punto estratégico.

Ese domingo, los dos enamorados, con la ilusión a flor de piel, se encontraron en una esquina de la plaza.  Ambos iban vestidos con el traje representativo de su aldea, y al estar juntos, se voltearon, quedando espalda con espalda.  Los dos jóvenes empezaron a platicar, y seguramente se decían palabras bonitas, promesas de amor y sueños que estaban dispuestos a cumplir, el día en que el destino uniera para siempre sus vidas

Recuerdo que, mientras se hacían sus propuestas de amor, el muchacho extrajo un espejito cuadrado, que guardaba en la bolsa de la camisa, para acercarlo a la altura de sus ojos, con la intención de contemplar la sonrisa y el bello rostro ruborizado de la chica.  Aunque, a juzgar por la posición de ambos, lo único que el joven lograba ver, eran las trenzas del largo cabello negro de su enamorada, atadas a un listón de ceda color rojo, y seguramente, también le veía uno de los dos aretes plateados que colgaban de las orejas de la joven.  Ella, por su parte, mientras hablaba, se sonreía, al tiempo que se tapaba la boca y hundía el hule de su caite de correas de cuero, sobre la dura tierra de la calle, como intentando hacer un hueco, que marcara justamente el lugar en donde ambos se juraban amor eterno.  Finalmente, después de una media hora de amores por la espalda, ambos se retiraron, tomando caminos diferentes.

Hace algunos meses, fui a la cabecera municipal de Olopa a visitar a unos familiares, y el día que llegué, tuve la suerte de contemplar nuevamente aquella escena romántica.  Sin embargo, algo había cambiado en el tradicional ritual de los enamorados, y aunque mis ojos lo veían, me era difícil creer.  Los dos jóvenes estaban siempre de espaldas, pero…, tanto ella como él, ya no se hablaban a viva voz, sino que lo hacían a través de su teléfono celular.  Fue algo que me dejó, como decía mi abuelita: “con la boca abierta”.

Las costumbres y tradiciones de nuestros pueblos deben mantenerse, y lo mejor sería que se conservaran tal y como nacieron; sin embargo, cuando elementos como el modernismo y la tecnología las invade, debemos aceptar los cambios que los mismos producen, siempre y cuando, como en este caso, se conserve su esencia.  Después de todo, la tecnología también es cultura, y hay que aprovechar de ella sus bondades, sin olvidar nuestras raíces, porque ellas son el pilar fundamental de la identidad de los pueblos y sus habitantes.

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