HistoriaPersonajes

Doña Tila y doña Chayito. Tema escrito por Guilver Salazar.

ANÉCDOTAS Y REFLEXIONES DE FIN DE SEMANA

Doña Tila y doña Chayito. Tema escrito por Guilver Salazar.

ancianasEn reiteradas ocasiones he mencionado el nombre de diferentes personajes que han conformado distintos grupos sociales de nuestra bella tierra Esquipulas, con la finalidad de evocar pasajes de nuestra historia, con anécdotas de diferentes matices, cuyo recuerdo suele ser agradable.

En este sentido, hoy traigo a la memoria el nombre de dos señoras que vivieron  en la famosa Calle Real, conocidas por todo el vecindario con los nombres de doña Tila y doña Chayito.  Dichas señoras, cuando yo las conocí, ya pasaban de los sesenta años de edad.

Según comentaban las personas mayores,  estas dos damas esquipultecas eran totalmente diferentes entre sí, en su manera de ser y de actuar.  En el caso de doña Tila,  era una persona de familia respetuosa y recocida en el ámbito social de nuestro pueblo, situación que quizá la llevó a convertirse en una dama muy escrupulosa.  Según comentaban los vecinos, el esposo de doña Tila debió tenerle mucho cariño, respeto y paciencia, pues aceptaba de buena gana el comportamiento de la señora, a quien no le gustaba ni siquiera tocar con las manos la ropa de su cónyuge.  Dicen que tomaba un palo y con este levantaba, una a una las prendas de vestir, para luego depositarlas en un cesto, el que finalmente era llevado, por su sirvienta, a la pila en donde lavaban la ropa.

Recuerdo que una mañana, mi madre me pidió que fuera a comprar una madeja de hilo para fabricar las mechas, de las candelas que le habían encargado en una de las famosas “pulperías” de Esquipulas.  Pues bien, con el dinero en mano me dirigí a la tienda de doña Tila.  Cuando llegué, la sirvienta de doña Tila, que precisamente era doña Chayito, lavaba cuidadosamente la acera de la casa de su patrona.  Situación que me obligó a esperar un momento, pues aún no habían levantado las sombras que, por aquellos años, hacían las veces de persianas.   Minutos más tarde, después de que doña Chayito levantó las sombras, me acerqué para comprar el hilo que mi madre me había encargado.  Y fue precisamente doña Tila quien me atendió.  Después de indicarle el nombre del artículo que necesitaba, tomó un palo para bajar la madeja de hilo que estaba colocada sobre un estante de madera.  Luego me pidió que le depositara el dinero sobre la mesa  ubicada en la parte central de la tienda.  Y finalmente, volvió a tomar el palo para contar el vuelto que debía darme, y me pidió que lo recogiera de la mesa.

Por su parte, doña Chayito era una señora sencilla, humilde y muy trabajadora, quien como ya señalaba, se encargaba de hacerle los oficios domésticos a doña Tila.  Una de las características que distinguía a esta dama, era su fervorosa entrega a las actividades religiosas, ya que todos las noches, después de que las campanas de la iglesia sonaban llamando a los feligreses a asistir a misa, doña Chayito se colocaba sobre la cabeza su madrileña negra, y con pasos presurosos se encaminaba a cumplir con aquella inquebrantable devoción.

Cuentan quienes le conocieron más de cerca, que era muy devota de la Virgen María, y que en el humilde cuarto donde dormía, tenía una estampa de la madre de Jesús enmarcada en un sencillo cuadro de madera.  La virgen siempre se mantenía adornada con dos pequeños floreros, que esparcían la fragancia de las rosas por el ambiente circundante.  Además, la luz de una pequeña veladora iluminaba el rostro de la venerada imagen.

Cuando doña Tila murió, se quedó sola doña Chayito, quien se dedicó con mayor entrega a las actividades religiosas de la iglesia católica.  Era tanta la devoción que tenía doña Chayito por la Virgen María, que en muchas ocasiones contaba a quienes platicaban con ella, que la Madre del Redentor se le aparecía con frecuencia en su habitación, y que le dejaba dinero cuando ella, suplicante, le pedía que le ayudara pues no tenía nada para comprar los alimentos del siguiente día.

Lo cierto es que ambas señoras eran diferentes, porque como dice el dicho: “De todo hay en la viña del Señor”.  Cada quien asume, según la formación recibida en el hogar,  una actitud distinta cuando le toca enfrentar a las vicisitudes de la vida.

Hay una frase de autor anónimo que dice: “Los valores de una persona se reflejan en sus actitudes”.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *