Los hijos del limpiabotas. Tema Escrito por Guilver Salzar
ANÉCDOTAS Y REFLEXIONES DE FIN DE SEMANA
Los hijos del limpiabotas. Tema Escrito por Guilver Salzar
En los años en que yo estudié la carrera de maestro de educación primaria urbana, la mayoría de varones se inscribía en el INVO de Chiquimula o en el INCAV de Jalapa. Y es que en aquella época, eran pocos los municipios del oriente del país que contaban con institutos normales, y además, los dos establecimientos educativos aludidos eran los de mayor prestigio en la región.
De esa cuenta, el Instituto Normal para Varones de Oriente albergaba a cientos de estudiantes, todos de diferentes estratos sociales, predominando, por supuesto, los de clase media y baja.
En mi caso, yo era uno de esos estudiantes de clase social baja, que hacía un enorme esfuerzo por alcanzar aquellas metas y sueños que desde la niñez me había propuesto. Me ilusionaba la idea de ser maestro, y al ingresar al INVO de Chiquimula estaba dando los primeros pasos para alcanzar aquel maravilloso sueño. Sin embargo, también estaba consciente de que el recorrido no sería fácil, porque la búsqueda del triunfo es una constante lucha. Por ello, cuando el camino para lograr nuestros sueños parece difícil, la solución no es cambiar de camino sino de estrategia, sin olvidar que las herramientas que rompen los obstáculos se llaman constancia y disciplina.
Pues bien, los primeros meses me sirvieron para aclimatarme y poder así soportar el sofocante calor del verano, y para socializar con otros estudiantes cuyas historias de vida eran diferentes, y en algunos casos, tristes y lamentables, dada la extrema pobreza en la que algunos de ellos vivían.
Este era el caso de dos compañeros estudiantes cuyo padre era un limpiabotas que había enviudado hacía ya bastantes años, y que se ganaba el pan de cada día realizando aquel modesto trabajo en el parque central de Chiquimula. Estos dos jóvenes acudían por las mañanas a sus respectivas clases, y por la tarde le ayudaban a su padre en el oficio de dar brillo al calzado, de la gente que al circular por aquel atractivo lugar, se acercaban a ellos para solicitar sus servicios.
Yo conocí la historia de estos dos jóvenes, el día en que los integrantes de la directiva estudiantil llegaron al aula de cuarto grado sección “A”, para solicitarnos de manera voluntaria y periódica, ayuda económica para comprar el material de estudio de los dos hijos del limpiabotas.
Una semana después de conocer la historia de estos dos jóvenes, mientras yo caminaba por el parque central de Chiquimula, como a eso de las trece horas, fui testigo de una escena conmovedora, relacionada con aquellos dos compañeros. Resulta que estos dos estudiantes, luciendo aún el uniforme café, que identificaba a los alumnos del INVO, almorzaban junto a su padre en una de las bancas del parque. Los tres tenían en sus manos un par de tortillas sobre un trozo de papel de empaque, las que iban partiendo con cierta rapidez, producto del evidente apetito que despertaba el olor de la carne guisada, que es uno de los platos típicos de la cocina casera chiquimulteca. Pero lo curioso y triste del asunto, es que solo había un plato de comida, por lo que cada uno iba turnándose para poder untar de recado el pedazo de tortilla y desprenderle unas cuantas hilachas, al único trozo de carne de res que contenía el plato, y que lógicamente cada vez se hacía más pequeño. Finalmente, cuando el trasto quedó totalmente limpio y en el papel de empaque solo se notaba una marca de humedad dejada por el calor de las tortillas, ambos jóvenes se persignaron y dándole gracias a su padre por aquellos alimentos, lo abrazaron con cariño mientras se limpiaban los labios con el pedazo de papel.
Los tres años de estudio pasaron muy rápido, por lo que al acercarse la graduación, los compañeros de la directiva estudiantil recaudaron los fondos necesarios para proveer a los hijos del limpiabotas, del traje completo que deberían vestir el día en el que recibirían el título de maestros de educación primaria urbana. Ya en el acto de graduación, los dos jóvenes lucían elegantes y felices, y en las sillas colocadas para que se sentaran los padres de familia, pude observar al limpiabotas con cara de felicidad, a pesar de tener los ojos llorosos, porque finalmente se había cumplido el sueño de ver a sus dos hijos convertirse en profesionales. La entrega de esos dos títulos, fue el punto más emotivo de aquella inolvidable ceremonia.
El secreto para alcanzar las metas es la tenacidad. Y el éxito llega, justo en el momento en que tiene que llegar. Porque así como a cada segundo nacen nuevos seres, brotan nuevas ideas, se crean nuevos inventos, así también surgen nuevas oportunidades. Por ello, no debemos olvidar que por encima de la adversidad está la lucha de nuestros sueños.
El escritor francés Joseph Ernest Renan dijo: “Los golpes de la adversidad son amargos, pero nunca son estériles”.